Kaosenlared | 25 diciembre 2006

Jesús Hernandez para La Opinión de Zamora – Kaos. Memoria histórica

Alberto Reig, catedrático de Ciencia Política de la Universidad Rovira i Virgili: «No entiendo que a la derecha le cueste tanto repudiar el franquismo. ¿Por qué le irrita tanto la condena de la Dictadura?»


«Hubo conflicto bélico porque el golpe militar no triunfó, pero tampoco fracasó»

Es historiador y catedrático de Ciencia Política de la Universidad Rovira i Virgili (Tarragona). Alberto Reig intervino ayer en las jornadas de estudio sobre la contienda de 1936-39, que está viva en la memoria de los españoles, aunque algunos intenten pasar página. Tal vez, con prudencia, para que no se reabran trincheras. El investigador, que disertó y después debatió sobre «la represión» del régimen vencedor, analiza aquel periodo en la conversación. Comprobado: lo académico y lo directo no son incompatibles.
– ¿Todavía quedan muchos mitos franquistas?

– Sí. Muchos y recurrentes. Los de la Cruzada, Hendaya, el Alcázar de Toledo… Los mitos de que no se produjeron muchas muertes en Badajoz ni fueron tantos los represaliados. Y llama la atención, sobre todo, que asistimos ahora a una especie de «revival», en el que estos mitos, ya desmitificados o establecidos por la historiografía, son resucitados por estas corrientes neofranquistas, representadas por los Moa, los Marco, los Vidal. Siguen la estela de Ricardo de la Cierva. Después de treinta años de democracia y de historiografía competente vuelven sobre lo mismo. Es lo más chocante del asunto.


– Se habla de la historiografía franquista. Y ahí se incluye a Arrarás, De la Cierva, Salas Larrazábal… Y no parece que todos fueran iguales.


– En absoluto. Ramón Salas Larrazábal era un historiador serio. Cometió algunos errores, pero no de manera consciente. Sólo consultó los archivos y los registros civiles hasta 1950, y no tuvo en cuenta las inscripciones diferidas. La diferencia con los otros: Era un historiador honesto que buscaba la verdad, cosa que esta gente no persigue. Pretenden agarrarse ahora a uno de sus libros, «Pérdidas de la Guerra», que supuso un hito en 1977, cuando se publicó, dentro del contexto de la historiografía franquista. Desde entonces se ha avanzado mucho y todos los datos cuantitativos dados por él están superados por los estudios sectoriales, de campo y territoriales. Y, sin embargo, estos «historiotógrafos» se agarran a los planteamiento de Salas Larrazábal, que significaron un avance en su momento. La historia es revisionista en sí misma. Revisionistas somos todos. Repasamos nuestros textos, interrogamos nuevas fuentes. El concepto de revisionista debe ser puesto en cuestión desde ese punto de vista. Algunos sólo hacen que negar hechos que ya estaban establecidos con rigor.

– La ausencia de libertad no fue poca cosa. Además, ¿qué otros costes generó la contienda?


– De orden psicológico, cultural… Yo creo que las muertes fueron lo más horrible. Pero la Dictadura duró cuarenta años, y son muchos años. Eso tuvo una influencia en las costumbres, en la moral, en el trabajo, en la ética, en la actitud ante la vida, en el miedo.. Esas han sido consecuencias muy negativas para España. Hubo una represión tan brutal que descabezó de manera sanguinaria a la izquierda y sembró un gran terror en el país, que lo mantuvo paralizado. Aquel no comenzó a despertar y revivir hasta el surgimiento de nuevas generaciones, que no habían sufrido el trauma de la guerra.




– No obstante, ¿acaso no hemos idealizado a la República?

– Sí… El asunto resulta complejo. Existen datos objetivos que nadie puede negar. Yo no entiendo cómo se puede demonizar. Todo el mundo reconoce -incluso gente tan poco dudosa como Stanley Payne, que apadrina a Pío Moa y otros- que la II República fue la primera democracia española. Parece que eso irrita a una parte de la derecha, que desea olvidar por completo el pasado. Como si la democracia surgiera de los pactos de la Transición y no existieran antecedentes, como si todo el conjunto de la República fuera nefasto y negativo… Cómo olvidar que separó la Iglesia del Estado, concedió el voto a las mujeres, protegió la educación -construyó más escuelas en dos años y medio que la monarquía en los treinta precedentes- y la cultura, afrontó la reforma de un Ejército obsoleto. En cinco años. No tuvo tiempo para más. Y con el contexto internacional, el auge de los fascismos, la crisis económica, el subdesarrollo del país, el analfabetismo… Hubiera resultado milagroso que el régimen republicano hubiera cuajado.

– Constitución de 1931: ¿de todos o de partido?

– La primera Constitución digna de tal nombre, de consenso y para todos, es la de 1978. La del año 1931, analizada artículo por artículo, es inequívocamente democrática, a la que no se le puede reprochar nada desde ese punto de vista. Fue un momento psicológico, de giro, del país, en el que la izquierda progresista impuso, de alguna manera, una Constitución, irreprochablemente democrática, pero que no podía contentar a la España profunda, a la más católica y conservadora. No fue de consenso, y tiene que servir para el gobierno de todas las fuerzas principales. Y, sobre todo, cometió el error de constitucionalizar el asunto de la Iglesia.

– Lo más extraño: un golpe militar que no triunfa, pero tampoco fracasa.


– Y por eso hay guerra civil. Si hubiera triunfado, se trataría de una Dictadura como la de Primo de Rivera o algo por el estilo. Si hubiera fracasado, la República hubiera recompuesto sus posiciones y recibido el apoyo de las potencias democráticas. La incapacidad de la República para abortar el golpe en todo el territorio nacional y la incapacidad de los sublevados para imponerse derivó en contienda civil.

– «El objetivo de la Ley de Memoria Histórica es trazar una línea tajante entre «buenos» y «malos»», dice Payne.

– Es absurdo. No se ha tratado de repartir adscripciones de bondad y de maldad. Pero no se puede negar que la Guerra Civil fue producto de una sublevación ilegal e ilegítima. Y se han dictado otra leyes similares. Aquí se tiene la pretensión de que unos y otros fueron parecidos. Y, por ejemplo, en Alemania nadie tiene la pretensión de que los nazis eran tan respetables como los otros.

– Puede parecer, a algunos, que se trata de una imposición de una manera de entender aquel hecho.

-Yo no creo que sea así. La Transición dio lugar a una serie de acuerdos, inevitables para sacar adelante ese proceso. Y convenía avanzar rápidamente. Pasados treinta años, deberíamos tener la suficiente sensatez. Yo no entiendo que a la derecha le cueste tanto repudiar al franquismo. No conozco a nadie de la izquierda, sensata y razonable, que reivindique a Stalin o Mao. ¿Por qué les irrita tanto la condena del franquismo, la Dictadura y un golpe ilegítimo?… ¿Qué tiene que defender la derecha democrática de Franco? ¿Cómo un demócrata puede reivindicar algo relacionado con aquél? Me hace mucha gracia este país: despotrica contra Pinochet. Si fue un mindundi. ¿Qué son 3.000 desaparecidos comparados con los 130.000 que Franco se llevó por delante?

– ¿Declarar nulos los juicios sumarísimos y consejos de guerra es como colocar una bomba a la convivencia?


– No. Así lo han hecho los alemanes. El magistrado Martín Pallín se mueve en esa línea. Es la única manera de hacer borrón y cuenta nueva. ¿Cómo se puede defender que no se borre por completo ese tipo de antecedentes, que pasen a la historia como responsables de algún grado de ilegitimidad o acto ilícito? Mientras no se admita eso, el asunto no terminará. Y si no lo hacen los hijos, lo harán los nietos.

– 1936-1939: Después de tantos años: ¿guerra y paz?

– Guerra porque quieren hacer guerra. La historiografía está muy tranquila. Todo lo alborota esta gente en los medios de comunicación. En la Universidad, en los centros de investigación, se debate sobre estas cosas con tranquilidad y transparencia, a la vista de los documentos, de las fuentes. Pero no convertimos eso en arma de combate, no lo trasladamos a los medios ni lo lanzamos sobre la cara de los demás españoles. Ellos son los que politizan la historia. Nosotros nos dedicamos a investigar, escribir y publicar nuestros libros,. No estamos todos los días en los medios dando la matraca.

– A. Reig cuestiona que la Revolución de Asturias (1934) hiciese inevitable la contienda.

– Yo niego que la Guerra Civil comience en 1934. ¿Por qué no en 1932 con la sublevación de Sanjurjo? Lo de 1934 no tiene nada que ver con 1936. La primera es una sublevación ilegal, ilegítima, por parte de la izquierda, que es reprimida por el Ejército. Y la segunda, con el Ejército dividido, produce una rebelión contra el Gobierno constitucional establecido. Exactamente igual que en 1934. En ese momento, el Estado se impone a los rebeldes. Sin embargo, no consigue hacerlo en 1936 por la desafección de una parte de los militares. Y eso deriva en Guerra Civil.

– ¿Qué le irrita más de Moa?

– Que el hombre tenga la petulancia de decir que él, investigando –y no ha investigado nada-, haya tomado conciencia de que la historia contemporánea está muy manipulada. Y que pretenda enmendar la plana a historiadores consagrados, con muchos años trabajando seriamente. El Mediterráneo hace muchos años que fue descubierto.

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